"¿Como enfrentar lo que se nos viene encima?"
-No seamos cómplices de sembrar el miedo y la incertidumbre-
Algunas veces, nosotros mismos, sin querer, echamos leña al fuego de los conflictos locales, nacionales e internacionales, al dejar de ser racionales y convertirnos en viscerales. Pasado y rato, nos damos cuenta del asunto; pero ya no hay remedio; el Mal ya está hecho.
Dicho lo cual, no queremos tampoco que se nos confunda con ser un idealista y positivista a ultranza. Conócemos el suelo que pisamos y que no se trata de algún paraíso o vergel; pero es un error gravísimo el perder la Esperanza que nos concede la Fe de la Gnósis.
La primera que sale a sacar pecho y decir: "¿Qué, qué, qué, pasa algo?", es la arrogante y fanfarrona Personalidad; por cierto, una Entidad especialista en comenzar peleas de todo tipo; pero que desconoce como acabarlas; porque, además, la Personalidad siempre juega al Póquer, al despiste; pero cuando se la enfrenta, por cobardía, se escabulle.
Toda Personalidad que se precie, en el Camino de la Iluminación, debe de cultivar la Paciencia, en tanto que ella conoce menos que nada y, aunque el Ser Interno, parezca ausente, no lo está y responderá siempre de la manera adecuada. Lo malo es que casi siempre que el Ser Interno puede y decide actuar, la Personalidad, con su previa actuación visceral, ya lo ha estropeado todo.
Por ello, la Personalidad, ante situaciones complicadas debe de cerrar sus ojos, tapar sus oídos y sellar su boca, mientras respira fuertemente unas pocas veces y se encomienda al Maestro Interior. El cerrar los ojos y tapar los oídos es para no caer en la tentación de responder de forma prematura. El silenciar la boca es para que la Personalidad no cometa un acto irreversible, mientras se le da tiempo suficiente, al Maestro Interior, con el fin de intervenir con la sabiduría que solo Él posee.
No nos convirtamos en cómplices y agoreros, a la hora de transmitir alguna noticia y sembrar el miedo a nuestro alrededor; porque, como ya vimos, el malvado Flautista de Hámmelin, emite dos melodías aparentemente contrapuestas; pero que, en el fondo, persiguen el mismo objetivo: Inducir en los corazones inquietud e incertidumbre.
No creamos, si transmitimos malos augurios, aunque sean ciertos, que estamos realizando un bien; simplemente nos convertimos en la segunda Marca comercial del Mal. Sí, atacamos con coraje la malvada melodía del Flautista; pero sin saberlo, trabajamos para conseguir su mismo fín, al no hacerlo con la necesaria Sabiduría de Cristo: Sembrar el miedo y la discordia, justo lo contrario que pretende la Gnósis o Conocimiento Divino.
Seamos, siempre, pacientes en lugar de impulsivos y neguémonos a escuchar los improperios, como cobarde, que nos dirijan. Dejemos, siempre, que sea Cristo el que tome el mando de nuestras reacciones, porque es el único modo de que la cosa acabe bien. Si dejamos que sea la Personalidad, la que tome la iniciativa, como hemos dicho, tengamos por cierto que las cosas pueden acabar como el Rosario de la Aurora; pero, además se provocará en nosotros, tal bloqueo que la aparición de Cristo el Señor, nuestro buen Negociador, será poco menos que imposible.
Aralba R+C
T
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