miércoles, 13 de diciembre de 2023

70.- No hay demonios, son nuestros yoes

  "No hay demonios, son nuestros propios yoes"


-Cada uno somos toda una Comunidad existencial, un Universo-


A.M.L. "Rosa Mística" de la F.R.A. española


¡Paz, Tolerancia, Verdad!


En la mayoría de las ocasiones, supersticiosamente, cuando nos van mal las cosas le echamos la culpa a la mala suerte o a que estamos siendo hostigados por entidades demoníacas ajenas a nosotros; pero la verdad es mucho más cercana a nosotros de lo que nos gustaría.


Nuestra Personalidad, al contrario de lo que mucha gente cree, no es monolítica sino que está compuesta por una compleja jerarquía de yoes que pueden encontrarse en una coordinación perfecta o en una contínua competencia entre sí por alcanzar el liderazgo. En el primer caso tenemos una Personalidad equilibrada y sana, en el segundo nos encontramos con una Personalidad desequilibrada y enferma. 


No se trata de demonios que andan torturándonos sino de egos que están confrontados con el fin de mantener o conseguir el liderazgo dentro de la jerarquía de lo que conocemos como Personalidad.


El intentar desintegrar la Personalidad, por ejemplo, puede ser uno de los detonantes que propicie la desestructuración de una Personalidad que, de otro modo, podría haber sido fuerte y equilibrada. Lo importante, en estos casos, es conocer lo que somos, cómo estamos formados y cómo adquirir fortalezas y evitar las debilidades.


Esas luchas internas que todos tenemos no se deben a la lucha de un demonio contra un ángel dentro de nuestro interior, sino a la pugna que se da por prevalecer y conseguir el dominio de la jerarquía. Si queremos corregir ésta falla de nuestra Personalidad lo mejor que podemos hacer es recogernos en silencio y entrar en meditación profunda para observar que es lo que está sucediendo en nuestras profundidades más ignotas. Una vez detectado el problema lo que hay que hacer es entablar una serena conversación entre el Líder, supuestamente nuestro Yo, y las partes en disputa. Esto, generalmente, da resultado, las aguas se calman y todo vuelve a su Ser.


Esto es mucho más sencillo cuando la Persona se encuentra en perfecta comunión con Cristo, su Maestro Interno. Dado que Cristo es el Maestro indiscutible, todos los egos que conforman la Personalidad se ponen al orden y cada uno cumple, disciplinada y obedientemente, con sus funciones asignadas.


Pero entonces, después de habernos leído desde hace tiempo, podréis decirnos. ¿No nos has hablado de la existencia de unas entidades, externas, denominadas arcontes? Efectivamente y esas Fuerzas, más que Entidades, nos afectan en todo lo que sea físico, pues no son otra cosa que las fuerzas de la Naturaleza y a las que todos estamos sujetos; pero los arcontes solo cumplen con sus funciones automáticas, no son ni buenos ni malos; es decir, no son, como la gente cree, ángeles o demonios.


Otra cosa es cuando, encontrándose desestructurada la Jerarquía de los yoes de la Personalidad, que ignorantemente, algunos elementos incontrolados se alinean, inconvenientemente, con esas fuerzas de los arcontes y, cuando eso sucede, nos vienen grandes calamidades que atribuimos, erróneamente, a fuerzas demoníacas.


Recuerden que, siempre somos nosotros, los que alimentamos a los arcontes con nuestra Energía. Tanto si esa Energía alimento, sea positiva o negativa, será amplificada por los arcontes y devuelta a nosotros del mismo modo que si lanzáramos un canto rodado contra un muro de granito. En realidad, aunque no seamos conscientes de ello, siempre somos nosotros quiénes ponemos en marcha la maquinaria que terminará beneficiándonos o perjudicándonos.


Es por ello que la Guerra en la que se encuentra inmersa la Rosacruz es la de la Educación. Que seamos conscientes de cómo funcionan, al menos, las leyes básicas de la Naturaleza y eso, unido al Conocimiento de uno mismo, al encontrarnos con nuestro Maestro Interno, consigue que caminemos, ya no con los ojos cerrados sino bien abiertos y pudiendo preveer cuando las fuerzas pudieran o no perjudicarnos para, así, fintarlas y evitar que nos pudieran perjudicar al colocarnos, ignorantemente, a contracorriente.


No sabemos si con esta enésima explicación del Tema queda claro que nosotros, siempre, somos dueños de nuestras experiencias y de lo que nos ocurra, aparentemente bueno o malo; pero que ninguna de esas cosas provienen de fuerzas maléficas o benignas sino de nosotros mismos y de nuestra interacción, consciente o inconsciente, con las fuerzas de la Naturaleza. Unas fuerzas, recuerden, que existen porque nuestra Fuerza Divina las alimenta. Solo de nosotros depende que parezcan angélicas o demoníacas.


En Luz Verdad y Amor


¡Que las rosas florezcan en vuestra Cruz!


Frater Aralba R+C, S.C. de la F.R.A.; Linaje Huiracocha, Aureolus, Camael, Amorifer     

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