domingo, 7 de enero de 2024

96.- El único Mediador

 “Un único Mediador”


-Y está dentro de tí, no mires fuera-

A.M.L. “Rosa Mística” de la F.R.A. en España


¡Paz, Tolerancia, Verdad!


“Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre,”

(1a de Timoteo 2:5)


“Y en ningún otro hay salvación (Jesucristo), porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos”

(Hechos de los Apóstoles 4:12)


No se trata de que un Ser Humano, denominado de tal modo; es decir “Jesucristo” sea el Mediador entre Dios y los hombres o que no haya otro Nombre, de forma literal, en que podamos ser iniciados, salvos. Se trata de un error muy extendido el considerar, de forma literal, la Palabra escrita de los libros sagrados, como es el caso de la Biblia Cristiana.


Hay que entrar en consideración, no de la Persona que supuestamente portara, si es que lo hizo, el Sagrado Nombre de Jesucristo, sino del significado profundo del propio nombre.


Jesús: Jeshua o “Dios Salva”


Cristo: Christos o “Ungido”


Generalmente el Ungido, el Mesías es un Rey. Se unge a los reyes. Dios Salva (Inicia), no externamente como nos indica la Religión, sino internamente, en tanto que Christos vive en nuestro interior como el Rey que es de nuestras vidas. Muchas veces me habéis oído decir que nosotros, en tanto que Personalidad, somos un mero útil de algo infinitamente mayor y ese algo no es otra cosa que el Hombre Dios, el Rey, que vive en nuestro interior y que es el verdadero Soberano de nuestras vidas y no nosotros, en tanto que mera Personalidad subsidiaria.


Es aquí donde toma todo su verdadero sentido el nombre de “Jesucristo”, en tanto que es el único Nombre, su Significado profundo, lo que nos puede conducir a la Transfiguración o salvación de la Personalidad. 


Cuando se dice que Dios es el único que salva se está matizando que la Personalidad no puede hacer nada, por sí misma, para poder hacerlo; es solo Dios; pero ese Dios no es algo externo a nosotros sino que vive en nuestro interior; es el Rey Soberano, el Ungido, que mora en el Palacio de nuestro Corazón, Cristo que es el mismísimo Hijo de Dios. Es el Conductor último; es decir, el Pasajero que monta su vehículo, el Cuerpo y del que la Personalidad es un mero intermediario; ella es el alma mortal que intermedia entre la Máquina, el Cuerpo Material, y su ocupante Divino, Eterno e Inmortal (El Rey Ungido que es Dios el Salvador); es decir, Jesucristo, el Espíritu y Alma Inmortal.


De éste modo, podemos confirmar, no de forma superficial y literal, que solo hay un Nombre, su Significado Interno, entre los Hombres que puede conducirnos, mediante la Cristificación hacia la Salvación del alma Mortal; es decir, su Transfiguración, y ese no es otro que Jesucristo, el Dios Eterno e Inmortal que mora en nuestro interior.


Luego Jesucristo es una Fuerza Iniciadora interior que no se encuentra fuera ni puede ser concedida de forma externa. Cuando se impone las manos, sobre la cabeza, no se realiza para introducir en nosotros algo externo sino como una llamada al interior para que el Morador del Palacio despierte y tome el Control de nuestras vidas. No existe un Mago metiendo dentro de nosotros, su chistera, un conejo, el conejo sale de la chistera, porque el conejo siempre estuvo dentro y nadie lo metió, previamente, en ella.


El único misterio que existe de que Jesucristo sea el único Mediador entre nosotros y el Pleroma y, además, que no existe otro iniciador, salvador, para nosotros, significa que no existe Misterio alguno, sino el hecho de que a Dios y al Salvador de nuestra Conciencia y Recuerdos de la Vida, una misma Cosa, lo llevamos en nuestro interior y nunca estuvo fuera de nosotros. Ese es Jesús Cristo, Jesucristo y no una supuesta Persona externa al Hombre mediante la cual podamos ser iniciados. 


Jesucristo somos nosotros; pero no somos conscientes de tal hecho porque quién piensa y habla no es el Rey del Palacio, Cristo, sino su mayordomo, la Personalidad que cuando se jubile; es decir acabe con su labor como vehículo del Espíritu, el Dueño de la Mansión podrá darle cobijo en su propia casa o despedirlo para siempre. Ciertamente, en ese sentido, la Personalidad no puede hacer otra cosa que tomar consciencia de su estatus; vamos, que solo es un mandado y poner su Destino, humildemente, en manos de su Dueño y Señor. Ese es Jesucristo Hombre y Dios.


No pongas tu esperanza en una Persona externa, sacerdote o cura, o en un Personaje Mítico del que, ni siquiera conocemos su verdadera existencia, sino en el Dios Salvador, Rey del Palacio de tu Corazón, que vive en tí y que jamás estuvo fuera de tí. Cuando ores, reces, se consciente de que hablas con el Morador de tu interior, no hablas con algo que mora más allá de Saturno o de la última estrella del Cosmos.


Intenta ser disciplinado y obediente con Jesucristo, tu Dios Interno, déjate llevar y ponte en sus manos para que al final de tus días, como Ser Mortal, tu Señor, en lugar de largarte, te de morada en la casa de su Padre, el Pleroma, el incognoscible del que Jesucristo, el Nombre, su Significado místico, es su unigénito; es decir, su único Hijo y tú, en tanto que su protegido, serás preservado para seguir sirviendo a tu Señor por los siglos de los siglos. Amén.


En Luz, Verdad, Amor


¡Que las rosas florezcan en vuestra Cruz”


Frater Aralba R+C; S.C. de la F.R.A. en España; Linaje Huiracocha, Aureolus, Camael, Amorifer



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